La natación es uno de los deportes más completos que existen, ya que el medio acuático contribuye al desarrollo de aptitudes físicas, psíquicas y neurológicas. Además, favorece la reducción de los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares. “Nadar mejora la coordinación, el equilibrio, la resistencia, la confianza y la independencia del niño. También, contribuye al desarrollo psicomotor, beneficiando el progreso de habilidades motrices en el agua”, tal y como explica Moisés Gosálvez García, director de la Escuela Nacional de Entrenadores de la Real Federación Española de Natación (RFEN).
Asimismo, nadar ayuda a tener conocimiento sobre salvamento y esto es de vital importancia, puesto que según el Informe mundial sobre los ahogamientos, la edad y la mala supervisión de los niños son los principales factores de riesgo de accidentes en el agua. De hecho, los pequeños de entre uno y cuatro años, seguidos de los de cinco a nueve, son los que tienen el índice de ahogamiento más alto. Por ello, es fundamental que los pequeños aprendan a defenderse en el agua.
Pero, ¿a qué edad se recomienda comenzar? La natación o más bien, el contacto con el agua se debe comenzar desde los primeros meses de vida para que los más pequeños consigan la adaptación al medio acuático. No obstante, “la autonomía completa se suele conseguir alrededor de los tres años, después de un proceso básico de aprendizaje, culminando así el objetivo utilitario de “saber nadar”, subraya Gosálvez.
¿Cómo hay que enseñarles a nadar?
Uno de los principales problemas que tiene el niño a la hora de aprender a nadar es el miedo al agua, la inseguridad hacia algo desconocido. Gosálvez señala que muchas veces ese recelo se produce por alguna mala experiencia con este medio. Por lo tanto, el pequeño debe aprender poco a poco mediante actividades lúdicas, como tirar objetos al fondo y que vayan a buscarlos, o que asimilen como ponerse boca arriba y boca abajo, en definitiva, experimentar y explorar el nuevo medio que se le presenta, siempre de forma divertida y progresiva.Por otro lado, para enseñarles a respirar mejor, se puede utilizar el mítico juego de burbujas, explicándole al niño que coja aire tanto por la nariz como por la boca y que intente hacer burbujas en el agua expulsando el aire por la boca y por la nariz, sin necesidad de que introduzca la cabeza en un principio, para, progresivamente, conducirle a las inmersiones completas dentro del agua.
Materiales en la piscina
Existen muchos materiales que pueden ayudar a los niños a aprender a nadar. Gosálvez explica que son un apoyo para las primeras fases del aprendizaje, como el churro, un cilindro largo y flexible con el que el pequeño se siente más seguro y le permite utilizarlo de divertidas formas.¿Son recomendables los manguitos?
El experto subraya que los flotadores o manguitos son desaconsejables, ya que limitan los movimientos de los brazos y dan una falsa seguridad impidiéndoles por otra parte la percepción de las sensaciones de su cuerpo en el agua. Por ello, no son recomendables de forma habitual o permanente.¿Cuándo dejamos que lo intenten solos?
Siempre y cuando tenga confianza en sí mismo. “Es importante que el niño aprenda a ser autónomo en el agua, ya que solo cuando el pequeño sea consciente de lo que hace se podrá decir que hay cierta seguridad. No obstante, la vigilancia por parte de los padres o cuidadores debe de ser permanente”, añade.¿Qué papel juegan los padres?
Los padres son muy importantes a la hora de enseñar al niño el agua. De hecho, “los baños de los padres con los bebés pueden ayudar a que los pequeños pierdan ese miedo con juegos y ejercicios juntos, así los niños verán el agua con naturalidad y normalidad”.Matronatación
La matronatación es una actividad que busca la estimulación del bebé (0 a 4 años) por medio de una serie de actividades con la intervención de los padres. Además, esto provoca la interacción entre niños y padres, aprovechando el vínculo afectivo con la dirección y tutorización del profesor.Priscila Fuentes
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