El entrenamiento de la fuerza en las edades infantiles ha sido motivo de largas discusiones y controversias hasta épocas relativamente recientes en las ciencias del ejercicio. Razones como que perjudicaba el normal crecimiento en altura, la producción de lesiones en el sistema músculo esquelético o la afirmación de que la fuerza no era posible mejorarla hasta llegada la pubertad ya que tenía una dependencia hormonal ligada al sexo, fueron algunas de las causas más denunciadas que muchos médicos, profesores y fisiólogos del ejercicio invocaron durante decenas de años para desterrar el entrenamiento de la fuerza en las etapas pediátricas.
Sin dudas que en algunos aspectos aquellas afirmaciones eran válidas. La búsqueda de un mayor rendimiento físico a través del entrenamiento con pesos en los niños, con objetivos esencialmente exitistas, es una equivocada propuesta en las etapas infantiles.
Sabemos de la importancia del predominio del factor lúdico que debe tener el deporte en esta fase etaria, donde los objetivos de socialización, la adquisición de hábitos solidarios, el respeto por las reglas que el mismo juego impone, y otra serie muy importante de factores que hacen al crecimiento infanto-juvenil, son pilares fundamentales para un adecuado desenvolvimiento emocional, físico, social y afectivo durante toda su vida.
Pero por otro lado, el no entrenar esta capacidad física es tan perjudicial como que el niño no mejore su resistencia, velocidad, coordinación, flexibilidad, agilidad, etc. Lamentablemente, el conocimiento que se tenía hace más de 50 años se limitó principalmente al “estudio de casos” que venían del alto rendimiento, donde estos eran sometidos a esfuerzos desmedidos en volumen, intensidad y cantidad de horas diarias de entrenamiento. Y en el tema puntual de la fuerza, las investigaciones aportaron mucha información proveniente de formas específicas de ejercicios de levantamiento de pesos con técnicas de especialidades de los adultos, que provocaron serias lesiones en los niños y adolescentes. Todo esto generó un alerta entre los médicos, profesores y entrenadores que acabó literalmente por eliminar los ejercicios de sobrecarga dentro de los entrenamientos dirigidos en estas edades.
Pero la ciencia hoy, curiosamente, informa exactamente lo contrario en cuanto al entrenamiento de la fuerza. Entidades muy importantes en el mundo asociadas a la investigación de las actividades físicas en las edades pediátricas advierten sobre la imperiosa necesidad de entrenar la fuerza en los niños. Así, la Academia Americana de Pediatría (American Academy of Pediatrics), el Colegio Americano de Medicina del Deporte (American College of Sports Medicine), y la Asociación Británica para el Deporte y el Ejercicio (British Association of excercise and Sport Sciences), entre otras, reconocen la importancia del incremento de la fuerza muscular durante la niñez y la adolescencia.
Las mismas afirman que la prescripción de ejercicios apropiados y seguros para el entrenamiento de sobrecarga ha mostrado influenciar favorablemente aspectos íntimamente ligados a la salud y la calidad de vida. Entre ellos se destacan acciones positivas sobre la densidad mineral ósea, la composición corporal, la disminución en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, en la probabilidad de padecer lesiones deportivas y un mejoramiento en el bienestar psicosocial. También advierten que el incremento de la fuerza, al incidir positivamente sobre las destrezas motoras (saltos, corridas, etc.), posibilita una mejora en la calidad de vida por cuanto las actividades de la vida diaria son desempeñadas con mejores posturas, mayor energía y economía de esfuerzo.
Pero estas entidades también advierten sobre la necesidad de que exista un conocimiento y preparación profesional adecuados para el entrenamiento de fuerza en las edades tempranas de la vida. Esto es, el problema mayor no está en el entrenamiento de esta capacidad física en las etapas pediátricas sino en el conocimiento adecuado que debe tener un profesional para planificar los entrenamientos en la edad infantil y obtener así las mejoras deseadas. Es más, son bien recibidas las enseñas de técnicas propias del levantamiento olímpico por todas las implicancias que tienen ellas sobre las acciones coordinativas globales, las motoras, posturales, etc. Solo que estos gestos son exactamente ello, manifestaciones de movimiento recreados a partir de elementos sin peso, de cadena cinemática cerrada, con gran compromiso artro-muscular masivo y que persiguen la incorporación lenta y progresiva a un adecuado entrenamiento de la masa muscular total, con las adaptaciones progresivas de las estructuras articulares y sus elementos blandos envolventes. El agregado de ejercicios con el propio peso corporal, de pelotas medicinales de peso mínimo, o mancuernas de plástico con carga de agua que permiten regular el peso final del elemento, son diferentes formas sencillas y definitivamente protectoras como para ser utilizadas en la búsqueda de la mejora de esta no siempre bien valorada capacidad física.
Jorge Roig
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