1. Coloca tus codos como si empujaras el suelo hacia abajo.
El principal secreto de una buena tabla es la alineación. Es decir, tu cuerpo entero debe estar en línea recta: orejas, hombros, caderas, rodillas y tobillos en la misma línea. Establecerás una buena base colocando los codos por debajo de los hombros formando un ángulo de 90 grados. Para lograrlo, apoya las manos y las rodillas en el suelo. Posteriormente coloca un pie hacia atrás y después el otro, teniendo en cuenta que la parte superior del cuerpo no debe erguirse.
Céntrate de nuevo en los antebrazos: colócalos en el suelo, forma un ángulo recto entre tu pectoral y los codos, ¡y ten cuidado que el pecho no se coloce hacia adelante!
2. Golpe a traición:
Una vez que tu cuerpo esté alineado, manténte ahí. Imagínate que alguien se acerca por detrás y pretende darte un golpe en la espalda. De este modo, y para defenderte, apretarías el abdomen para absorber el golpe a través de los abdominales y la espalda. Si por el contrario, eres del todo pacifista y no logras hacerte a esta idea, acerca un codo al otro, y lo mismo con las rodillas, pero sin mover realmente las piernas ni doblando la cadera. De este modo, tonificas el cuerpo.
3. Una moneda de cinco céntimos entre los glúteos.
Imagínatelo, ¡y que no se caiga! Dos de los músculos que más se pretende reafirmar con este ejercicio son la cadera y los glúteos. Por eso, pon en práctica este ejercicio y verás que notarás el esfuerzo.
4. Respira como si tu vientre fuera un globo.
El objetivo de la tabla suele ser mantener la posición durante 30 segundos o más. Un consejo: evita la respiración superficial del pecho, ya que crea tensión en el cuello. Para ello, respira lenta y profundamente, lo que hará que la posición sea un poco más soportable.
Amy Roberts
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