La relación entre sexo y deporte la podemos ver desde
3 angulos diferentes:
1) si el deporte es saludable para mantener una vida sexual activa y plena.
2) si el deporte va en detrimento del rendimiento sexual.
3) si las relaciones sexuales previas a una competencia van en detrimento del
rendimiento deportivo.
4) si padecer algún tipo de disfunción sexual (eyaculación
precoz, impotencias, anorgasmias, crisis de identidad sexual, fobias sexuales)
disminuye el rendimiento en los deportes.
Empezando con esta serie de notas tomaremos el primer punto:
sabemos que la actividad física puede ser un factor anti-estrés
y fuente de placer al liberar endorfinas (que se trasunta en un mejor estado
de ánimo) pero habría que aclarar que algunas son más beneficiosas
que otras para la salud sexual y general. P. ej.: las prácticas aeróbicas
(trotar, marcha rápida, natación, remo) mejoran la presión
arterial (al igual que bajar el consumo de sal), aumentan el colesterol HDL
(conocido popularmente como “colesterol bueno”), gastan calorías
-lo que puede trasuntarse en un menor peso-, mejoran la tolerancia a la glucosa
(en otras palabras: bajan la glucemia, lo que ayuda especialmente a los diabéticos),
abren las colaterales de las coronarias lo que previene o minimiza los problemas
cardíacos, mejora los estados de ánimo (por ello es útil
para los deprimidos) y si se hacen de mañana mejoran el sueño
y las erecciones nocturnas.
En pocas palabras: reducen los factores de riesgo cardiovasculares y si, como
sabemos, el funcionamiento sexual depende de un buen estado de ánimo,
de una presión sanguínea dentro de los parámetros normales,
de que los valores metabólicos (colesterol, triglicéridos y glucemia)
estén en rango y que las arterias estén permeables, podemos inferir
que una vida sexual sana depende también de todos esos factores, directa
o indirectamente. En cambio los deportes competitivos en personas mayores de
40 o 50, no entrenadas, como ser el tennis single, el fútbol o el basket
(más allá que sean maravillosos) pueden propiciar cuadros riesgosos
tanto en el área cardiovascular como en el aparato locomotor. En este
sentido no me canso de decir, en las clases o en artículos y notas, que
no es muy saludable, en esas edades (sobre todo en los varones que tienen mayor
riesgo), hacer el amor o jugar algún deporte competitivo luego de comer,
ya que pueden generarse situaciones desagradables. ¡Mejor el banquete
luego del sexo!
Mens sana in corpore sana, decía el axioma. Creo que cuidar nuestro
cuerpo con actividades físicas moderadas, a la cual se le agreguen el
cuidado en la dieta, mantenerse en peso, usar antioxidantes junto a la eliminación
del cigarrillo y otros tóxicos, nos dan una mejor calidad de vida y una
más saludable y prolongada vida erótica.
Continuando con esta serie de notas tomaremos el siguiente interrogante: si
el deporte va en detrimento del rendimiento sexual. En este aspecto podemos
ver distintas facetas: el que sublima en la actividad física de una manera
obsesiva, poniendo toda la libido en “los aparatos”, en la competencia
deportiva. Hemos visto pacientes con problemas sexuales que canalizaban toda
su energía erótica en un deporte compulsivo y excluyente. Están
los otros individuos que “se matan” con las actividades físicas
y deportivas y luego llegan al acto sexual rendidos, cuando no doloridos y lesionados.
Esto lo vemos en muchos varones cuarentones o cincuentones que creen que pueden
jugar al fútbol como a los 20: el resultado es que a la noche llegan
a la cama rendidos y exhaustos. Están más para un baño
de inmersión y el kinesiólogo que para hacer el amor, pues les
cuesta recuperarse. Bien conocemos los médicos que los dolores de espalda
o las lumbociatalgias son célebres enemigos del sexo: los movimientos
pélvicos arrancarán algún quejido, sin lugar a dudas.
Distinto
es cuando estos varones hacen una actividad física moderada: especialmente
elongaciones o tipo aeróbicas o juegan un partido de tennis doble, uno
de volley o al golf. Los jóvenes en cambio tienen, bien lo sabemos, mayor
flexibilidad y resistencia, con más mejor y más rápida
recuperación posterior.
Si la actividad deportiva es moderada sabemos que mejora el ánimo, la
circulación periférica, la liberación de endorfinas, la
mejor conexión con el cuerpo manteniéndolo plástico y en
línea. Siempre será una mayor comunión con el erotismo
y como decía el poeta Walt Whitman: “las cuestiones del cuerpo
son también las del alma, sostengo que son el alma”. Es en este
sentido, el conectarnos con el movimiento y una mejor función respiratoria
y circulatoria, a veces en contacto con la naturaleza, con la energía
vital y la expansión corporal, con mejor tono muscular, también
contribuye a un mejor erotismo.
Volviendo al punto inicial: no creo que se puedan ocultar las frustraciones
o los fracasos sexuales (o las francas disfunciones: impotencias, eyaculación
precoz, fobias y virginidades avanzadas, anorgasmias, vaginismos, deseo sexual
disminuido) con la práctica compulsiva y fanática de los deportes.
Creo que una actividad, la sexual, no debería ser reemplazada por la
deportiva aunque muchos puedan preferir una a la otra, o a la inversa: quizás
alguien tenga un día más ganas de salir a correr, jugar al volley
o al fútbol o de andar en rollers que de hacer el amor, pero otro día,
con un buen fitness, entonados y estimulados podrán echarse en los brazos
de Eros con pasión, lujuria y entrega corporal olvidando, por unos instantes,
ese otro amor, saludable y tonificante: el maravilloso amor por los deportes.
Terminando con esta serie de notas tomaremos los siguientes interrogantes: si
las relaciones sexuales previas a una competición van en detrimento del rendimiento
deportivo y si los deportistas también tienen problemas o disfunciones
sexuales.
Es bastante extendido la creencia de que “como el sexo debilita” no
es aconsejable hacerlo en las horas o días previos a la competencia. Sabemos
que un orgasmo comporta un gasto cardiovascular similar a subir dos pisos por
escaleras a paso rápido, y que una persona se recupera rápidamente
del mismo. Si no fuera así nadie podría ir a trabajar, a bailar
o a estudiar luego de un coito. Sabemos que puede dar una cierta somnolencia (célebre
queja de las mujeres respecto a sus compañeros que se duermen luego del
orgasmo pero eso no impide luego hacer las actividades correspondientes. Pero,
ahora bien, si la creencia, el mito, la cábala o como guste llamarse, dice
que “no es bueno hacer el amor antes, pues debilita y te hace rendir menos”,
esa creencia tiene su peso y condicionará, cual profecía autocumplidora,
la actitud o rendimiento deportivo futuro.
No nos olvidemos que hasta hace no muchos años atrás todavía
se hablaba de todos los males que la masturbación producía. Y
menciono este tema, al cual he desarrollado profusamente en mis libros, sobre
todo en “El sexo y el varón de hoy” (Editorial Emecé,
2001) porque como muchas veces los deportistas son jóvenes, casi adolescentes,
la masturbación (tanto femenina como masculina) suele ser un camino frecuente
de la sexualidad producto de la represión y la coerción de los
entrenadores (y recordemos las célebres concentraciones). Salvo que entren
prostitutas o las esposas y novias (en este caso me estoy refiriendo a los varones),
no quedarían muchos recursos a nuestros jóvenes deportistas que
los recursos autoeróticos.
He escuchado de distintos futbolistas, boxeadores, tenistas –muchos de
ellos célebres- que referían masturbarse o mantener relaciones
sexuales antes de las competencias, incluso como cábala, aunque quizás
deberíamos pensar que era una manera de neutralizar la angustia ante
la tremenda exigencia.
De allí que muchas delegaciones permitiesen las concentraciones con las
esposas y esposos, novias y novios, o parejas homosexuales. Otros lo han prohibido
tajantemente.
Mas vuelvo a decir: si la creencia, el paradigma como se dice ahora, es que
el acto sexual antes del partido debilita, seguro que condicionará a
ese deportista de una manera negativa, más allá de saber que el
gasto energético es fácilmente recuperable. Por supuesto que las
conductas sexofóbicas también imperan en el deporte y se siguen
sosteniendo mitos y falsedades, por lo menos públicamente y, por atrás,
se realiza lo que oficialmente se prohibe o reprime. Pero lo que se censura
o inhibe por un lado sale por otro -“lo que no se habla se actúa”,
decía Lacan-, y así se mantienen actitudes hipócritas y
controladoras. De allí a oír decir a un manager de jugadores de
fútbol: “tratamos de casarlos jovencitos para que no se dediquen
al jolgorio y no anden en la noche, además así las esposas los
controlan mejor”, hay un corto paso, como una manera de disciplinar la
libido y el enorme caudal y potencial erótico que tiene un adolescente.
Cosa que por lo que sabemos no siempre resulta eficaz, aunque algunos jóvenes
sufran sus conflictos sexuales y psicológicos en silencio y vean, muchos
de ellos, frustrar su carrera deportiva por no poder encontrar un espacio donde
elaborar sus problemas. Varias veces me dijeron algunos jugadores de fútbol:
“en nuestro ámbito no se ve con buenos ojos que un jugador vaya
al psiquiatra o al psicólogo, menos al sexólogo”. Una nueva
variante del “sufra y no llore, que un hombre macho no debe llorar”.
Por supuesto que, como cualquier persona, los deportistas pueden sufrir una
disfunción erectiva, una eyaculación precoz o retardada, anorgasmias
y vaginismos, crisis de identidad sexual, fobias, disminución del deseo,
o tener conflictos con su pareja.
Le escuché decir a un jugador, gloria del fútbol brasileño,
que en ellos el público ponía todas las ilusiones, las expectativas,
las propias frustraciones y en lo que menos pensaban los hinchas era que ese
jugador podía haber perdido a un familiar, haber tenido una crisis de
pareja o padecer un problema psicológico o sexual. Años atrás
tuve oportunidad de dar unas charlas en la escuela de técnicos de la
Asociación del Fútbol Argentino (AFA), algunos de los cuales dirigían
equipos de las inferiores, y me comentaron de las distintas inquietudes de los
jovencitos que ellos dirigían: masturbación, antecedentes de abusos
sexuales, promiscuidad en su medio familiar, violaciones, miedo ante el debut,
fobias y miedos sexuales, y estos técnicos me contaban de su angustia
por no saber qué decirles, qué explicarles y contestarles.
Poder contar los problemas sexuales a un amigo confiable, a un profesional competente,
o leer un libro de educación en temas de sexualidad es un índice
de fortaleza y no de debilidad. Creo que la mayor fuerza reside en solicitar
ayuda, en poder decir: no sé, pero quiero saber; no puedo, pero lo lograré.
Dr. Adrián Sapetti
No hay comentarios:
Publicar un comentario