Un corredor no es nada sin unas buenas zapatillas que te permitan
hacer kilómetros. Por desgracia, estas no duran eternamente y de vez en
cuando hay que renovarlas. Hoy os voy a decir qué cosas miro yo para
saber si tengo que cambiar de zapatillas.
Kilometraje: si lleváis un diario de
entrenamiento, podéis ir viendo cuántos kilómetros se han tragado
vuestras zapatillas. Normalmente unas zapatillas con más de mil
kilómetros ya están para cambiarlas. Yo suelo aguantar mil doscientos
como mucho. Si no llevas la cuenta de los kilómetros, hazte a la idea
que si sales 3-4 veces por semana, al cabo de un año hay que renovar.
Grietas o estrías: cuando en la zona de la
mediasuela observamos pequeñas grietas o estrías, es señal de que la
zapatilla ha perdido sus propiedades de amortiguación, así que sus días
están contados.
Vista desde atrás: pon tus zapatillas encima
de una mesa y míralas a su altura desde el talón. Si están volcadas o
la suela cede hacia algún lado, puede que ya sea hora de cambiarlas.
Muchas veces, como pisamos diferente con uno y otro pie, podemos notar
como la posición de una y otra varían.
Plantillas rotas: aunque no siempre es
sinónimo de zapatilla gastada, saca la plantilla y mírala por debajo. Si
por algunas zonas, sobre todo la puntera, están rotas o apenas tienen
grosor, es señal de que han soportado muchos kilómetros.
Dolores “extraños”: un día de repente y sin
venir a cuento, comienzan a aparecer dolores “extraños” en el talón,
tarso o incluso en los músculos. Muchas veces son las zapatillas
gastadas las que hacen que aparezcan esos dolores, al ser la pisada más
traumática cuando nos quedamos sin amortiguación.
Aunque son muchos puntos y cosas que mirar, para mí lo más importante es el kilometraje.
Aunque las zapatillas tengan buen aspecto, si tienen más de mil
kilómetros, para mí es suficiente. Mil kilómetros son muchas pisadas una
tras otra, es evidente que la zapatilla no tendrá las mismas
propiedades que el primer día.
Juan Lara
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