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martes, 14 de octubre de 2014

¿QUÉ ES LA ANEMIA FERROPÉNICA?

Conviene conocer los síntomas, las causas y los tipos de tratamiento ante la enfermedad provocada por la deficiencia de hemoglobina

La anemia se caracteriza por una disminución en la concentración de hemoglobina o en la capacidad de transportar oxígeno en la sangre. La hemoglobina es la molécula que transporta el oxígeno desde los pulmones a todas las células del organismo. La deficiencia de hemoglobina se puede deber a una disminución del número de eritrocitos, también llamados glóbulos rojos o hematíes, por volumen de sangre o a una reducción del contenido de hemoglobina del interior de los mismos. Los glóbulos rojos viven aproximadamente unos 100 días, y es en la médula ósea donde se están constantemente produciendo nuevos. Para ello, la médula necesita ciertos nutrientes como hierro, ácido fólico, vitamina B12 y proteínas entre otros.
Los distintos tipos de anemias se clasifican en función a su base etiológica, es decir, la causa que la provoca. Las anemias producidas por la ingestión inadecuada de los nutrientes implicados en la eritropoyesis suelen denominarse nutricionales; aunque su aparición también puede estar relacionada con un aprovechamiento subóptimo de dichos nutrientes.
Los síntomas coinciden en la mayoría de los casos de anemia: cansancio, fatiga, debilidad, irritabilidad, palidez, anorexia o falta de apetito, nauseas, diarrea, úlceras bucales y pérdida de cabello, etc. El comienzo suele ser insidioso. La piel, las mucosas y las uñas están pálidas por la disminución de la hemoglobina circulante. Si la anemia es de larga evolución puede encontrarse atrofia de las papilas gustativas de la lengua y otras alteraciones más pronunciadas.


¿Qué es la anemia ferropénica?
 
La causa principal en el desarrollo y aparición de anemia ferropénica es el descenso de los depósitos de hierro orgánicos, provocando paralelamente una reducción del número de hematíes o glóbulos rojos. El organismo humano contiene unos 4 g de hierro de los cuales la mayor parte (unos 2,5 g) se hallan unidos a una proteína (transferrina) formando la hemoglobina. Por tanto, el hierro es imprescindible para la formación de la hemoglobina. En el hígado, el bazo y la médula ósea se almacena en forma de ferritina que constituye la reserva de hierro en el organismo.
Diariamente, una persona adulta pierde alrededor de 1 mg de hierro a través de piel, mucosas, heces y orina. La mujer fértil tiene mayores pérdidas a través de la menstruación. Durante el embarazo existe un cierto grado de anemia causado por un aumento de la demanda de hierro por parte del feto acompañado de un incremento del volumen de sangre circulante. En los adultos la causa más frecuente suele ser la pérdida crónica de sangre o la disminución en la absorción de este mineral por enfermedades que afecten al duodeno -parte del intestino próxima al estómago donde se produce la absorción de hierro- (úlceras, enfermedad inflamatoria intestinal, hemorroidesl…). Los niños, a menudo presentan este tipo de anemia durante los periodos de desarrollo y crecimiento rápidos por un aumento de las necesidades debido al constante crecimiento de los tejidos.
La anemia ferropénica que se debe a una ingesta inadecuada de hierro es la más frecuente en nuestro medio. Una alimentación insuficiente o monótona puede favorecer, bien por ignorancia o por falta de recursos económicos, un consumo habitual bajo en hierro.
El tratamiento principal de la anemia ferropénica es la administración oral de hierro. La cantidad absorbida no se halla linealmente relacionada con la cantidad ingerida. Además la aparición de efectos secundarios (nauseas, estreñimiento o diarreas…) con los preparados de hierro limita la cantidad administrable. El tratamiento debe mantenerse durante varios meses con el fin de reponer las reservas corporales.

El tratamiento dietético es complementario al tratamiento farmacológico y está orientado a incluir en la alimentación diaria alimentos ricos en hierro de fácil absorción y otros alimentos, que por su composición nutricional favorecen la absorción tanto del hierro aportado a través de los alimentos como del hierro administrado farmacológicamente.
A través de la alimentación, la absorción depende de la forma química en la que se encuentre este mineral en los alimentos. Así, el hierro contenido en los alimentos de origen animal (carne, hígado, pescados y yema de huevo) es hierro hemo y se absorbe mejor que el hierro no hemo aportado por los vegetales (cereales integrales o enriquecidos, legumbres, verduras y hortalizas). Hay nutrientes que favorecen la absorción de hierro de los alimentos como la vitamina C y las proteínas, entre otros. De la misma manera, existen sustancias presentes en mayor cantidad en ciertos alimentos que interfieren con la absorción de hierro (ácido oxálico, taninos, fitatos…), y que habrá que tener en cuenta a la hora de planificar la alimentación.

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