Hay adultos que no dejan de estar preocupados, lo que
hace que vivamos en un estado de nerviosismo constante. ¿Quieres saber
diferenciar los síntomas del estrés?
Entrena a tu cerebro ante la adversidad.
Si no lo controlamos, esto puede elevar el riesgo de enfermedades cardiacas o desembocar en estrés, depresión, o abuso de alcohol y otras drogas. Hay muchas situaciones que provocan estrés: miedo a volar, a equivocarnos, atascos, presiones del trabajo, problemas familiares, etc...
El estrés agudo es el más común y surge de las exigencias y presiones del pasado reciente y de las presiones anticipadas del futuro próximo. Este tipo de estrés es excitante en pequeñas dosis, pero una cantidad excesiva lleva a alteraciones psicológicas expresadas como ira, irritabilidad, ansiedad, depresión, cefaleas, presión sanguínea elevada y otros síntomas. Cuando el estrés agudo nos afecta de manera regular, su impacto puede ser peor: dolores de cabeza persistentes, migrañas, hipertensión,
dolores en el pecho y enfermedades del corazón.
La tensión nerviosa puede mostrarse con signos como: manos sudorosas, latidos de corazón acelerados, sofocos de calor o frío, falta de concentración, agitación, mareo, y malestar estomacal. Esto lleva con frecuencia al insomnio. El estrés es considerado, para la mayoría de expertos, como la primera causa de las dificultades del sueño a corto plazo. Normalmente el problema del sueño desaparece cuando la situación de estrés acaba, aunque si no se trata correctamente puede persistir después de que la situación que nos lo provoca haya desaparecido.
En la farmacia puedes encontrar productos calmantes y relajantes, así como propiedades inductoras del sueño, con lo que hay muchos médicos que lo aconsejan. Reducir el nerviosismo e inquietud durante el día puede ser el primer paso para mejorar las habilidades para relajarnos y dormir mejor por la noche. Aunque siempre aconsejamos que acudamos a un profesional médico antes de comenzar cualquier tratamiento.
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