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sábado, 25 de enero de 2014

HAMBRE FISIOLÓGICO Y HAMBRE PSICOLÓGICO.

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Para alimentarnos de una manera correcta debemos conocer en qué consiste cada uno de estos tipos de hambre. Si nos cuesta mantener una alimentación equilibrada porque a menudo sufrimos ataques de ansiedad o antojos, deberíamos plantearnos por qué suceden estos. La ansiedad suele ser un síntoma de que algo no funciona bien en nuestro cuerpo, y solucionarlo pasa por encontrar el motivo más profundo de esos “ataques de hambre”.

La ansiedad como síntoma, no como causa


¿Por qué sufrimos ansiedad con la comida? Me atrevería a decir que en la mayoría de los casos ésta es fruto de una dieta extremadamente restrictiva que no nos deja comer aquello que queremos. Una alimentación sana y equilibrada debería ser variada y contener la mayoría de los alimentos de los que disponemos: la clave, como siempre, está en las cantidades.
Sí hay alimentos de los que debemos reducir su consumo en el caso de que nos encontremos en una dieta de pérdida de peso, pero también debemos encontrar un momento para incluirlos en nuestro plato si esto nos genera ansiedad: para eso sirven las cheat meals o comidas trampa. Si sabemos que una vez a la semana (o una vez cada dos semanas, depende de cada uno) podemos comernos esa hamburguesa que tanto nos gusta, la ansiedad por incluirla en nuestra dieta se verá notablemente reducida.
Por otro lado, existen otros factores exógenos que pueden ser el origen de esa ansiedad: estados de estrés, tristeza (¿quién no recuerda la imagen de película americana en la que la chica a la que su novio la ha dejado plantada el día del baile de graduación ahoga sus penas en un gigantesco bote de helado?), euforia, factores culturales

Hambre psicológico y hambre fisiológico


El hambre psicológico se caracteriza porque aparece de repente y suele ser por algún tipo de alimento en concreto, por norma general bastante insano y calórico: es lo que comúnmente llamamos antojos. Lo más importante para poder controlar estas situaciones en las que aparece el hambre psicológico pasa por reconocer el origen de los antojos: ¿como porque tengo hambre o hay algo más detrás?.
Por el contrario, el hambre fisiológico o hambre real se da cuando nuestro cuerpo nos pide combustible para funcionar. También se conoce como hambre estomacal, y las señales que nos alertan de que necesitamos ingerir alimentos pueden ser la sensación de estómago vacío o los ruidos estomacales. Cuando tenemos hambre real, para calmarlo el cuerpo nos pide cualquier tipo de alimento y no necesariamente algo altamente calórico.

¿Cómo controlar el hambre psicológico?


  • El primer paso para identificar el tipo de hambre que tenemos es pararnos unos minutos a pensar si realmente tenemos hambre o si se trata de un capricho o antojo: el solo hecho de detenernos a reflexionar ya puede ser un buen indicador. Comer de manera inconsciente y rodeados de distracciones nos impide ser conscientes del nivel de saciedad de nuestro cuerpo, como ya dijimos cuando hablamos del mindful eating.


  • Identifica cuándo y por qué se producen estos “ataques de hambre”, que por norma general suelen darse frente a las mismas situaciones y a la misma hora del día. Si sabes que a partir de las ocho de la tarde te da antojo de galletas y estás preparado mentalmente para ello, será mucho más fácil controlarlo. Planea algo diferente para ese momento del día: lee un libro, sal a hacer ejercicio, juega con tus hijos… Mantente ocupado durante ese período de tiempo.


  • Aliméntate de forma sana, y que eso se refleje en tu nevera. Si comes bien (cubriendo tus necesidades calóricas y de macronutrientes) y de manera saludable, será más difícil que caigas en los antojos. Intenta no llevar una dieta muy restrictiva y realiza una comida trampa si lo consideras necesario para rebajar la ansiedad (la clave es “una” comida trampa, no todas).


  • Conócete a ti mismo y no te boicotees: si sabes que por la tarde te entra una ansiedad irrefrenable por comer chocolate, no tengas chocolate en casa, al menos hasta que puedas controlar los ataques de ansiedad.

  • Debemos realizar un cambio de mentalidad y concienciarnos de que esos “ataques de hambre” son más algo psicológico que algo físico: aprende a diferenciarlos y tendrás media batalla ganada.

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