La capacidad elástica y de contracción muscular tienen una acción primordial en la estructura del funcionamiento neuromuscular. Así como la fuerza es importante, la flexibilidad y el estiramiento adquieren un papel fundamental en la capacidad de movimiento para evitar contracturas indeseadas como suele suceder en los músculos de la espalda.
Imaginemos un músculo que va perdiendo su capacidad de estirarse, cualquier movimiento que se realice tiene cada vez menos amplitud. Las estructuras neuromusculares van perdiendo la capacidad de movimiento angular.
El refrán dice, “la función hace al músculo”; por tanto, lo que no utilizas se atrofia. Pero esa atrofia produce innumerables inconvenientes, físicos y psíquicos. La musculatura pierde su capacidad de amortiguar impactos y de movimiento.
Las superficies articulares se ven menos capilarizadas e irrigadas, por tanto se vuelven rígidas. Se pierde capacidad de estiramiento muscular, de flexibilidad articular y se abre la puerta a las contracturas de espaldas crónicas. El músculo no usado evoluciona a tejido fibroso. Restablecer por tanto esta situación comienza a ser difícil y doloroso.
Aparece rigidez muscular y por tanto flaccidez, ya que rígido no es sinónimo de fuerte. La flacidez se produce en los músculos antagonistas como reacción a la acción imperativa de los músculos que se están usando permanentemente en contracción estática. El resultado final es un cuerpo que se va deformando, cambia su estática, su postura y pierde la capacidad de movimiento y por tanto de expresión.
El movimiento es una conducta total, molar; por tanto la falta de movimiento repercute negativamente en la conducta de la persona y en su relación con el medio ambiente y social. Afortunadamente tienes al alcance de tu mano herramientas como la actividad física que te permiten acceder a un nivel y calidad de vida superior sin importar la edad que tengas.
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