Cuando se habla de sobrepeso, y en definitiva de obesidad, se piensa siempre que el problema se reduce básicamente a un exceso de peso corporal debido a la grasa acumulada (tejido adiposo), por lo que automáticamente se deduce que la solución reside en perder peso sin más, lo que hará que se elimine la grasa excesiva. Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla, pues cada vez está más claro que no se puede considerar la obesidad como una consecuencia del esquema simple, "tanto comes de más, tanto acumulas".
Existen muchos mediadores en nuestro organismo (neurotransmisores, hormonas, etc.) que regulan el metabolismo y el apetito. La actividad de dichos mediadores no depende exclusivamente de la cantidad de alimentos que se ingieren o del grado de actividad física que se realice, si bien es cierto que tienen en estas circunstancias sus principales puntos de referencia para incrementarla o disminuirla.
En el caso particular de los hombres, es cierto que tienen un mayor desarrollo muscular que las mujeres y socialmente se considera que el concepto estético masculino corresponde a un hombre de peso ideal, sin exceso de grasa, pero con un buen desarrollo muscular. Por ello el hombre de hoy busca, al igual que la mujer, estar más esbelto, pero a diferencia de ella, ganar cierta masa muscular y llegar a ser más fuerte y mejor proporcionado.
Catabolismo
El estado catabólico es el que predomina cuando nuestro cuerpo necesita mayor energía y no recibe los nutrientes suficientes para conseguirla, por lo que dirige todos sus mecanismos para obtener esta energía suplementaria, "quemando" reservas que no son esenciales. Para ello consume lípidos (grasas) del tejido adiposo y aminoácidos procedentes de proteínas propias (principalmente de las células del músculo).
El predominio catabólico se da principalmente con la actividad física extrema, el ayuno prolongado, el consumo notable de ciertas sustancias estimulantes, las enfermedades crónicas que provocan ausencia de apetito (anorexígenas), y otras posibles en las que se eleva el ritmo metabólico basal (gasto energético constante del cuerpo), como el hipertiroidismo.
Cuando el estado catabólico predomina y lo hace por tiempo prolongado, la persona adelgaza y pierde no sólo grasa, sino también músculo. El grado extremo de esta tendencia se observa en algunos enfermos de adelgazamiento extremo que entran en situación de caquexia; la persona en esta situación ha perdido tal cantidad de grasa y músculo que se encuentra muy débil y expuesta a múltiples riesgos.
Anabolismo
El estado anabólico es el que se establece cuando el cuerpo recibe un aporte calórico sobrado y por tanto supedita todos sus mecanismos al depósito de reserva de dicho sobrante, en forma de glucógeno hepático y lípidos en el tejido adiposo, básicamente.
Cuando lo que predomina es el estado anabólico no ocurre simétricamente lo contrario de lo que sucede con el estado catabólico, que sería la formación de grasa de reserva y de músculo; aquí lo que ocurre es que el organismo destina casi todo el aporte energético sobrante a la síntesis de tejido adiposo, por lo que la persona engorda y sobreviene con ello la obesidad.
Catabolismo y anabolismo
El organismo humano funciona de acuerdo a dos estados metabólicos básicos que son muy diferentes, el catabólico y el anabólico.
De todos modos, existe una relación entre los diferentes tejidos de nuestro cuerpo (tejido adiposo, músculo, hueso,...) y un objetivo de peso corporal que el organismo tiende a conservar y que se establece de acuerdo a una constitución concreta y a un nivel o hábito de actividad determinado. Para ello nuestro cuerpo dispone de un complejo entramado de mediadores químicos con papel en la regulación metabólica que actúan procurando mantener un nivel de peso estable.
La obesidad no es sólo un problema de comer de más
Es cierto que el ser humano no come tan sólo cuando tiene hambre. Comemos por placer, por costumbre, por hábito social... hasta por aburrimiento. Sin embargo, está demostrado que cada persona responde de un modo distinto al exceso de aporte energético. Mismos niveles de alimento ingerido y de actividad realizada pueden provocar que unas personas aumenten de peso, y otras lo mantengan estable.
La diferencia entre unas y otras viene determinada de modo claro por los genes, que sirven a la síntesis de numerosas sustancias mediadoras que ejercen un papel regulador del ritmo metabólico, así como del nivel de apetito. La leptina, por ejemplo, es una hormona que actúa sobre el hipotálamo (en el cerebro) dando cuenta del grado de adiposidad (grasa) del organismo y ejerciendo así un efecto combinado de inhibición del apetito y de aumento del metabolismo basal. Esta hormona parece también tener un efecto periférico estimulando la disminución de la síntesis de grasa y aumentando su catabolismo. Todo ello tendría el beneficio global de favorecer la disminución del exceso de grasa del organismo.
Se ha visto que la mayoría de los obesos humanos presentan niveles de leptina en sangre elevados, lo que significaría que existiría una resistencia a la acción de la hormona, que el organismo intentaría compensar aumentando su presencia. Esa deficiencia en la sensibilidad de esta hormona justificaría una peor respuesta del organismo a la hora de "quemar" la grasa sobrante por medio del incremento del ritmo metabólico basal y una mala respuesta a la hora de inhibir el apetito en las personas que están ganando excesivo peso.
Existen otras sustancias y estructuras receptoras de mediadores en el organismo que tienen un papel en el control metabólico global: la hormona alfa-MSH, con acción inhibitoria del apetito; las proteínas desacopladoras (UCP), que son capaces de canalizar la formación de energía de la célula (cadena respiratoria de la mitocondria) hacia la producción de calor; los receptores PPAR, reguladores de la proliferación de los adipocitos y la sensibilidad insulínica, el factor de necrosis tumoral que aumenta en las enfermedades crónicas y produce una inhibición del apetito, la insulina, etc.Todas ellas pueden tener defectos o excesos de su actividad, determinados por los genes de cada individuo, que van a hacer que las personas seamos distintas unas de otras, y que el objetivo de mantenerse en el peso ideal sea tarea muy diferente para unos o para otros.
Control de la alimentación
La reducción del porcentaje de alimentos grasos de la dieta es fundamental, pues el depósito de grasa es mayor si el exceso de calorías procede de las grasas que si lo hace de los azúcares o proteínas. Además, parece demostrado que la grasa tiene menor capacidad saciante que las proteínas.
Debemos también saber que el ayuno prolongado sin más no es recomendable, no ya sólo por el hecho de poder provocar carencias alimenticias y favorecer intensamente la desproteinización (pérdida de proteínas, principalmente musculares), sino porque se ha demostrado que el organismo disminuye su tasa metabólica basal hasta en un 40% en esta circunstancia, lo que reduce drásticamente la eficacia de esta medida a la hora de intentar perder peso. Además la restricción de alimentos disminuye la iniciativa de la práctica deportiva, lo que habrá de compensarse con adecuada motivación.
Tasa de ejercicio físico
El componente más variable del gasto energético lo constituye la actividad física, de manera que un 20-50% del mismo lo representa el ejercicio. Incrementar la actividad física, de manera controlada y bien adaptada a la capacidad física de la persona, es también esencial para favorecer la pérdida de grasa. Sin embargo hay que tener en cuenta que el aumento de la tasa de ejercicio estimula el apetito a corto y medio plazo, por lo que es importante mantener un buen control sobre la alimentación y consumir alimentos ricos en proteínas.
Mantenimiento del estilo de vida
No tiene sentido aumentar la tasa de ejercicio y controlar la alimentación para que una vez conseguido el peso ideal se relajen las medidas. Es muy importante ser perseverantes y conservar lo conseguido durante al menos 6 ó 12 meses. Parece demostrado que la pérdida de peso se mantiene si el tratamiento de la obesidad es continuo.
Conseguir el peso ideal
Para conseguir un peso adecuado es importante cambiar muchas cosas; es decir, una razón importante de que una persona tenga un determinado peso radica en su estilo de vida. Por ello hay una serie de factores que determinarán el exceso de grasa y que está en nuestra mano modificar.
Por otro lado en determinadas personas será necesario recurrir a tratamientos farmacológicos para reducir el sobrepeso, por tratarse de una obesidad fundamentada sobre todo en algún trastorno metabólico.
Respecto a nuestro estilo de vida existen varios aspectos que nos pueden ayudar a mantenernos en un peso ideal, o a recuperarlo:
Adelgazar formando músculo
No siempre se tiene la forma física adecuada al conseguir el peso ideal. Además, el objetivo central de muchos hombres no radica en el peso supuestamente ideal a la hora de buscar un cuerpo mejor; lo que quieren es sentirse más fornidos y desarrollados muscularmente, aunque eso les suponga en muchos casos el incrementar su peso.
Cuando sometemos al organismo a un plan de adelgazamiento debemos saber que lo que intentamos con ello es generar un balance metabólico negativo que conduzca al organismo a un predominio catabólico. Esto va a determinar la pérdida de grasa, pero también de masa muscular. Este problema es particularmente más preocupante para algunos hombres que temen perder con ello forma física y robustez. Por ello, la forma ideal de encarar un plan de adelgazamiento debe combinar el consumo de una dieta hipocalórica pobre en grasas, pero rica en proteínas e hidratos de carbono, junto a un programa de ejercicio continuado y regular, adaptado a la condición física de la persona y que busque mantener e incluso ampliar el desarrollo muscular integral del cuerpo.
Existen en el mercado muchos suplementos alimenticios de todo tipo de sustancias que garantizan un efecto anabolizante muscular para deportistas. Unas aportan vitaminas y minerales, otras aminoácidos esenciales, otras son sustancias que incrementan la tolerancia al esfuerzo, otras son sustancias de efecto anabolizante real, etc. Lo cierto es que con una buena forma física no son realmente necesarios para alcanzar el peso ideal, y ni siquiera para conseguir un excelente desarrollo de los músculos. La persona debe siempre observar una adecuada alimentación y no exigir de su cuerpo más de lo que éste le puede dar.
Fármacos catecolaminérgicos
Son fármacos que aumentan la actividad del sistema nervioso autónomo simpático, que estimula una mayor activación del organismo. Por ello consiguen aumentar el gasto energético global y disminuir el apetito. Dentro de este grupo están las anfetaminas, fenilpropanolamina, efedrina, dietilpropión, fentermina, fenmetrazina, etc.
Fármacos serotoninérgicos
Su acción principal es la de inhibir el apetito (acción anorexígena). Se han utilizado mucho la fenfluramina y dexfenfluramina, pero se retiraron por la sospecha de que podían producir problemas valvulares cardiacos en algunos pacientes. Algunos antidepresivos inhibidores de la captación de serotonina, como la fluoxetina o la sertralina, pueden utilizarse como anorexígenos, aunque disponen de menor potencia para tal fin. La sibutramina es otro fármaco prometedor dentro de este grupo, y añade un efecto de incremento del gasto energético (por aumento de la termogénesis).
Fármacos que disminuyen la absorción digestiva
El más representativo es el Orlistat (tetrahidrolipstatina). Su acción reside en la inhibición de la absorción de hasta un 30% de las grasas ingeridas.
Medicinas contra la obesidad
Hay personas que no consiguen vencer el sobrepeso mediante cambios del estilo de vida y que pueden incluso tener un panorama peor de su problema por existir una causa metabólica de base. Estos casos pueden hacer necesarios tratamientos farmacológicos. Las medicinas antiobesidad no son inocuas, han de ser prescritas por un médico y es obligado realizar un seguimiento adecuado del paciente. Dentro de las medicinas para el tratamiento de la obesidad están:
Por último existen también medidas quirúrgicas para el tratamiento de la obesidad mórbida (grave), que pasan básicamente por reducir la capacidad de llenado digestivo (disminución de la cámara gástrica) favoreciendo así una saciedad precoz de la persona.
Dr. Alfonso Santiago Marí, especialista en Hematología
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