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miércoles, 25 de julio de 2012

LECTURA RECOMENDADA.

 
 
 Medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.
 


“Mis padres lloraron al leer mi libro”
Tania Lamarca,
medallista olímpica en gimnasia rítmica

El Colegio Americano de Medicina considera que un 62% de los deportistas de élite padece trastorno de salud como consecuencia de su alimentación. Un 18% corre el peligro de caer en la anorexia. El uso de bloqueantes artificiales, que retrasan la menstruación, puede causar osteoporosis. Los regímenes muy restrictivos conllevan déficits de vitaminas y minerales como el hierro…

Estoy hablando del deporte de élite, sí: de ése que mueve masas de gente vía los medios de comunicación, del mismo que crea los ídolos modernos, de ése que se promueve como un ejemplo para la niñez y la juventud.

De hecho, gimnastas, bailarinas y modelos bordean la anorexia en muchas ocasiones. Entrenadoras de alta competición han reconocido que las gimnastas pasan hambre como un sacrificio “necesario” a fin de conseguir “sus sueños”…

El peso se convierte en una obsesión. Como cuenta la ex-gimnasta Tania Lamarca en su libro “Lágrimas por una medalla”, lo primero que veías al llegar a la casa donde te alojabas con otras gimnastas en el equipo nacional era una báscula.

Las alteraciones hormonales y gastrointestinales en ex-atletas son habituales por este motivo, por no hablar de los problemas psicológicos asociados a la obsesión por el peso que de una forma o de otra les inculcan.

Otra gimnasta oro olímpico en Atlanta 1996, Nuria Cabanillas, realizó una comparecencia en el Senado en el año 2001donde ponía de manifiesto, entre otras cosas, el abandono a que es sometido el deportista de élite cuando los focos ya no están encima.

En el caso de Tania, tuvo que acudir a clase con chicos de 14 años cuando ella ya tenía 18 para ponerse al día. Obviamente, dejó los estudios.

El deporte de competición NO ES SANO. Maltrata los cuerpos y las mentes de seres humanos para negocio de algunos: hemos de tener en cuenta que en la mayoría de los deportes competición no se gana ni una décima parte de lo que las estrellas de fútbol o baloncesto pueden llegar a conseguir.

Una gimnasta, por ejemplo, ni mucho menos tienen su vida solucionada cuando se acaba su etapa en la élite… Y no sólo es el dinero: hay múltiples ejemplos de ex-deportistas que han caído en las drogas por no saber “reconducir” su vida después su etapa en la gloria.

Por desgracia, muchas veces los deportistas son meros productos que, cuando llega su fecha de caducidad, son descartados como juguetes rotos. Y nuevos ídolos sustituyen a los antiguos…

Por cierto: estamos hablando de medallistas olímpicas, es decir, de atletas que han conseguido lo máximo a que puede aspirar una deportista de competición. Nos podemos imaginar por lo que pueden pasar las que no tienen tanta “suerte”…

Os dejo con las palabras de Tania Lamarca en una entrevista realizada en Yo dona el 08/04/02008.

Subida en el pódium y sin poder dejar de derramar lágrimas… ¿Fue en ese momento cuando empezaste a tomar conciencia de dónde estabas, que suponía haber llegado a unos juegos olímpicos, a tener un oro entre tus manos…?Totalmente. Cuando llegue a los juegos y, sobre todo, cuando asistí al desfile inaugural, que a mi me impactó muchísimo, fue cuando empecé a sentirme una deportista de élite más, a equiparme con un nivel que yo ya tenía pero que todavía no había terminado de asumir. Quizás porque, hasta entonces, había estado sumergida en esa burbuja de Madrid, en una dinámica de estrictos entrenamientos que me habían mantenido aislada completamente. Fue cuando realmente dije: “¡Dios mío, los Juegos son los Juegos!”. Hasta entonces ni me había planteado lo que aquello significaba.

¿Por qué has esperado tanto tiempo para contar tu historia?Sencillamente, porque ahora puedo contarlo sin que me duela. Pero han tenido que pasar 12 años para poder pasar página. En aquel momento no lo hubiera podido hacer; tampoco hace cinco. Me ha ayudado mucho la introspección a la que me sometió Cristina en sus interminables entrevistas, consiguiendo que le dijese cosas que nunca había contado antes.

En el libro relatas tu llegada a Madrid, concretamente al chalet donde convivirías durante cuatro años junto al resto de tus compañeras. Describes una escena, desde mi punto de vista -y con seguridad de todo aquel que tenga la oportunidad de leer este estremecedor testimonio-, incomprensible, más aún para una niña de 14 años, que es la edad que tu tenías entonces. Lo primero que encontraste al llegar a esa casa fue una báscula situada en el centro del salón y una cocina cerrada con candado excepto en horario de comidas.En ese momento, aquello no me parecía duro porque sabía que para alcanzar lo que yo quería tenía que ser así. Era un sacrificio que, después, traía sus recompensas. Luego empiezas a entender que entre el esfuerzo y la recompensa había demasiada descompensación. También es cierto, que, en la época de los Juegos, yo estaba muy delgada y ni mucho menos porque no comiese. Puede decirse que era una privilegiada con respecto a mis compañeras y, de vez en cuando, disfrutaba de algun extra. Aun así, estando delgada, al pesarte diariamente, conseguían que te obsesionaras con el peso. Realmente, la situación se complicó después de aquellos Juegos, cuando engordé unos cuatro kilos de más de lo establecido por la Federación. Por más que seguía las indicaciones alimentarias recomendadas, no lograba deshacerme de ellos. Finalmente, la Federación acabó por echarme del equipo.
Cuando todo acabó, prometiste no volver a pesarte nunca más… ¿lo has cumplido?
Es cierto y la verdad es que, desde entonces, sólo me he pesado dos veces. La primera cuando conocí a mi actual marido. Fue él el que me animó a que lo hiciera. Sólo puse una condición: si peso más de 55 kilos no me lo digas. Fueron 54, menos mal (risas). La siguiente vez fue para mi boda, por todo el lío del vestido. Aunque parezca una tontería, acostumbrada a verte siempre tan delgada, empezar a engordar fue un cambio para mi. Ahora ya no me preocupa ni lo más mínimo.

¿Han cambiado las cosas dentro de la gimnasia rítmica de competición?Ahora la edad se ha ampliado incluso hasta los 22. También se comienza a competir a una edad algo más tardía y ya no se establece un control tan riguroso del peso. Creo que antes se prestaba más atención a los números que marcaba la báscula y no tanto al aspecto físico de la deportista. Daba igual que tu aspecto fuera saludable, si un día pesabas 200 gramos más te llevabas una bronca del quince. Era absurdo, ese aumento podía ser perfectamente el de haber ingerido un vaso de agua. Confío en que las cosas, por lo que se, han cambiado en este sentido.

¿Cuál es ahora tu relación con la Federación?Ninguna. Nunca más tuve relación con ellos.

Ahora que ves que Almudena Cid, que entonces era compañera tuya (aunque en individual), ha conseguido 12 años después colocarse entre las mejores del mundo, entrando en la historia de la rítmica por su clasificación para Pekín 2008. ¿Cómo reacciona el cuerpo? ¿Un poco de envidia sana?Con Almu empecé a entrenar desde los 9 añitos porque ella es de Vitoria también. Allí compartimos club, entrenadora…; y luego seguimos siendo compañeras en Madrid. Es gratificante ver cómo se ha convertido en una de las grandes y que vaya a competir por cuarta vez en unos juegos. Eso en la gimnasia no hay nadie en el mundo que lo haya hecho antes. Me parece admirable. Pero, si me preguntas si me da envidia, te digo claramente que no me pondría en su lugar. Ahora llevo una vida completamente plena y soy feliz con lo que hago.
Sin embargo, sigues ligada a esa pasión tuya que ha sido la gimnasia rítmica. Aunque, eso si, de un modo mucho más local…Ahora disfruto muchísimo, pero a nivel escolar como entrenadora de gimnasia rítimica de niñas de 13 años.

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