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jueves, 20 de marzo de 2014

LA DIFICULTAD DE CORRER BIEN


Toda persona sana puede correr. Al fin y al cabo correr significa desplazarse  alternando el apoyo de nuestros  dos pies, con una fase de vuelo entre apoyo y apoyo. Como todos podemos correr de una forma u otra, terminamos por creer que profundizar en la técnica de carrera y en sus condicionantes mecánicos no nos hará mejorar mucho. Esta creencia tiene mucho de mito y poco de verdad. Habría de preguntarse, en todo caso, cómo ha podido forjarse esta creencia.

Golpear una pelota de tenis, hacer un buen swing en golf, nadar bien el estilo crawl, son ejercicios que a primera vista pueden parecer difíciles de aprender. Ninguna de estas actividades ha contribuido a la supervivencia humana como especie, de modo que es poco probable que nuestro aparato locomotor tenga el mejor de los diseños para estas actividades. Básicamente lo que hacemos es adaptar nuestro aparato locomotor a las exigencias de estos ejercicios y con el entrenamiento hacemos el gesto deportivo más automático, más inconsciente, más nuestro.

Correr, en cambio, es algo que sabemos hacer sin que se nos hayan enseñado unos mínimos rudimentos. Aprender a jugar a tenis o a golf implicará muchos fallos, muchos malos golpes, una cierta forma de coger el palo. Lo mismo aprender a desplazarse rápido por el agua con el estilo crawl. Caminar y correr han sido algo determinante para nuestra supervivencia, de modo que por ensayo y error la evolución de las especies ha dado lugar a un animal, el hombre, muy dotado para caminar. No tanto para correr, aunque con una cierta (aunque bastante limitada) capacidad innata para ello, sea o no con un gesto eficiente. Somos malos corredores pero correr no nos ha venido mal como especie, aunque sea para llegar antes a un escondite.

Corren muchas historias de que el ser humano es un buen corredor, que ha nacido para correr, especialmente en largas distancias. A algunos antropólogos les encanta decir esto y aducen la presencia en el hombre del largo tendon de aquiles y del ligamento nucal como propios de animales corredores. Como ya no estamos en la prehistoria, ni soy estudiante de historia ni arqueología, intento determinar cuáles son las condiciones y límites de nuestro desempeño en la carrera a pie con materiales del presente. Este análisis lo hago con elementos actuales, anatómicos, neurológicos, y mecánicos.

De cualquier modo -me estaba desviando demasiado del tema central- el estudio de cómo nuestro cuerpo nos permite correr y de cómo podemos aprovecharlo y entrenarlo para correr mejor, no corresponde a los antropólogos, sino a los ingenieros, anatomistas, neurólogos y, sobre todo, a los  buenos entrenadores que de media son más intuitivos que los anteriores en lo que se refiere a tener idea de lo que un atleta necesita. Tenemos herramientas para saber lo que el cuerpo es, sabemos de física de sólidos, fluidos y materiales viscosos, tenemos unos conocimientos, si bien muy limitados, de neurología. Con esto para empezar nos basta.

Enseñar a correr bien es complicado porque resulta bastante complicado responder a las siguientes preguntas:

-¿Porque en esta fase de la zancada trabajan estos músculos y no estos otros?
-¿Qué movimientos son más eficientes mecánicamente -si bien no estará siempre claro que lo sea metabólicamente, puesto que la energía no es gratis ? La energía es cara con la excepción de la energía ´potencial que se genera por la acción gravitacional. Sabemos que la gravedad no es un aliado para correr, aunque siempre hay algún iluminado que dice que es la razón por la que aceleramos hacia delante (véanse métodos POSE, CHI RUNNING, que han vendido millones de ejemplares, pero saben de correr solo una pizca más que el hombre medio y mucho menos que cualquier entrenador de atletismo y cualquier atleta amateur que entrene para correr en pista). Un disparate.

En definitiva, correr es complicado de enseñar porque es complicado de entender. Y es complicado de entender porque correr no es un deporte inventado. Es algo que sabíamos hacer y hacíamos y se transformó en deporte. Y como correr es algo que en cierto modo se adecua a nuestra naturaleza, como toda cosa natural, tiene una enorme complejidad. No hay actividad más artificial ni más exigente que intentar ver lo que ocurre en nuestro cuerpo cuando corremos. Es lo que algunos llaman ingeniería inversa. Nadie creó el cuerpo humano, pero nosotros lo analizamos como si alguien lo hubiera inventado o diseñado para un fin. En el correr intervienen todos los músculos de pies a cabeza, sin apenas una excepción (quizá los músculos faciales, aunque con todo, no está de más tener relajados esos músculos) y todos tienen una enorme importancia.

Si los ingenieros todavía no han dado cuenta de por qué ciertos insectos pueden volar, en el caso de los humanos, si bien es sencillo entender por qué con nuestro aparato locomotor somos capaces de correr, todavía no hemos sido capaces de decir pormenorizadamente todo lo que ocurre en nuestros músculos, tendones y ligamentos cuando corremos. Todavía siguen creciendo los estudios electromiográficos que arrojan en ocasiones resultados inexplicables. Los científicos que hacen estos estudios dicen que el músculo A hace B en la circunstancia C porque lo dice una electromiografía. ¿No hubiera sido mejor que hubiera prestado más atención a nuestra anatomía e interpretara los movimientos del aparato locomotor en términos mecánicos? Las fibras musculares, al fin y al cabo, desde un punto de vista mecánico, se comportan como hilos que se acortan tratando de unir los dos extremos (huesos o tejido conectivo) a los que se hallan unidos. Esto a veces parece que se les olvida a los que hacen estudios con EMG, como ya he señalado en más de una ocasión.

Ya hay demasiados estudios empíricos. Tenemos suficientes datos. Correr es algo complejo. Adentrémonos en la estructura de nuestro aparato locomotor y encontraremos la respuesta a tantas preguntas. Más datos, más estadísticas, no aportarán más pistas sobre algo tan complejo como es correr.

Para terminar, correr bien es correr más. Una mejora técnica puede suponer segundos de mejora en una competición. Si hablamos de corredores con una técnica muy perfeccionada, quizá la mejora se traduzca en centésimas, pero incluso una mejora tan leve puede suponer la diferencia entre ser campeón olímpico y estar fuera del podio. La técnica de carrera no consiste en enseñar un gesto deportivo estándar. No todos somos iguales de altos, ni de pesados, ni tenemos la misma distribución de fibras de contracción rápida y lenta, ni los mismos ángulos de inserción de los músculos, ni las mismas proporciones de tibia, fémur, pie, pelvis, columna. Enseñar técnica de carrera supone dos cosas: 1- Conocer los límites actuales que el organismo de la persona a entrenar tiene y no pedirle que corra de una manera que su estructura no le permitiría. 2- Tratar de superar esos límites mediane un entrenamiento de la fuerza (y el entrenamiento de flexibilidad es un tipo de entrenamiento de fuerza), que implique una mayor capacidad contráctil en el breve tiempo que una fibra muscular se contrae cuando corremos. Si cumplimos bien estos dos puntos, la mejora será sorprendente. De no ser así, el corredor se quedará estancado en sus resultados antes o después.

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