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jueves, 6 de diciembre de 2012

MÁS SANO QUE NUNCA

EVITA LOS CALAMBRES, AGUJETAS Y OTROS DOLORES

En función de su origen pueden distinguirse tres tipos de dolor muscular. El más frecuente es aquel que aparece entre 12 y 48 horas después del ejercicio, el llamado "dolor referido o retardado". Es más bien difuso, muestra cierta hipersensibilidad a la palpación y una pequeña disminución en la amplitud de los movimientos en que estén implicados los grupos de los músculos que más hicimos trabajar. Suele ir acompañado de las clásicas agujetas y de rigidez muscular. Desaparece paulatinamente. La explicación que se le da a este dolor es la siguiente: las alteraciones mecánicas del músculo y del tejido conjuntivo asociado (hinchazón) actúan de estímulo sobre las terminaciones nerviosas.

Las otras dos clases de dolor son el originado por la lesión muscular, cuya causa es obvia: duele porque hay lesión, y el denominado "dolor agudo", que aparece durante el ejercicio y desaparece en cuanto se suspende la actividad. Este último estaría en relación con las contracciones isométricas repetidas de forma rítmica, aparece casi inmediatamente después de comenzar el entrenamiento y puede perdurar hasta cuatro horas después; después suele desaparecer de forma completa. En el dolor agudo desempeña un papel importante la situación de isquemia (esto es, falta de riego) a que se lleva el músculo, con la consiguiente acumulación de sustancias de desecho (tóxicos), que aquí son bastante más ostensibles que en el músculo con dolor retardado. Según el profesor Janda, uno de mis mayores maestros y gran especialista en enfermedades musculares, el trabajo muscular excéntrico intempestivo (ahora que está tan de moda) daña irreparablemente las fibras musculares, por lo que hay que tener mucho cuidado al diseñar nuestros entrenamientos de fuerza.

Al dolor muscular hay que añadir otras situaciones en las que, aunque no se alcanza un verdadero dolor, el malestar es lo suficiente importante como para impedirnos realizar ejercicio con la normalidad deseada. Éstas son, especialmente, los calambres y la pesadez de piernas, con hormigueos y entumecimiento. Hemos llamado "calambre" a toda contracción espontanea e involuntaria que afecta a un músculo o grupo muscular. Tradicionalmente se ha achacado a desequilibrios de sal en los fluidos que rodean los tejidos musculares. Va acompañado de dolor e impotencia funcional, a veces total, y se da sobre todo en ejercicios intensos. Para su explicación se sostuvo que un fallo en la extracción del calcio en la fibra muscular impediría al músculo relajarse, por lo que quedaría agarrotado. Es conveniente descartar otros posibles orígenes del dolor no musculares: afecciones neurológicas, endocrinas, vasculares o infecciones. Ante hormigueos o acorchamiento muscular sin causa justificada, como pueden ser los entrenamientos muy exigentes o fuertes cargas, hay que pensar en otros posibles motivos de origen vascular (alteraciones cardiocirculatorias) o neurológicas (lumbociática, compresión o atrapamiento de cualquier rama nerviosa).

TODO PARTE DE LA FATIGA EXCESIVA

Comencemos por la fatiga muscular, aquel estado en el que el acúmulo de metabolitos (aunque el más famoso es el ácido láctico, las catecolaminas son las responsables) conduce irremisiblemente a la isquemia, pues aún no se ha dado una suficiente recuperación de la fibra muscular. En estas circunstancias no es posible asimilar una carga mayor y, por tanto, la respuesta va a ser imprevisible, aunque será más cercana a la lesión que al entrenamiento efectivo. Es recomendable dosificar las sesiones de calidad, sobre todo en presencia de fatiga. Unos buenos fundamentos técnicos mantienen alejado al atleta de las lesiones. Por el contrario una mala técnica, lleva a la descoordinación, y ésta, a su vez, a contracciones musculares asincrónicas o mal situadas en el tiempo, que es una de las dos primeras causa endógenas de lesión muscular.

La primera es el desequilibrio entre músculos agonistas y  antagonistas, que altera el balance extensión-flexión a favor de esta última, porque favorece las contracturas en los músculos implicados en dicho mecanismo.. La segunda razón es el desequilibrio provocado al dar primacía a los ejercicios de potenciación sobre los de estiramiento, que acarrea una gran hipertrofia y acortamiento muscular, consecuencia inmediata de olvidar el stretching. Hemos de considerar que las temperaturas ambientales extremas son un importante factor que predispone al malestar muscular.

Cuando la temperatura del músculo es ligeramente superior a la normal del cuerpo se favorece la circulación sanguínea, disminuye la viscosidad del tejido muscular conjuntivo y se aceleran las reacciones físicas del proceso de contracción. Por el contrario, una temperatura excesiva contribuye a la destrucción de proteínas y a la pérdida de agua, con el consiguiente desajuste de proteínas y circulatorio. Si la temperatura baja mucho, aumenta la viscosidad del músculo y el tejido conjuntivo, y con ello la sensibilidad, con menor fuerza y más pereza en la función muscular.

POSIBLES SOLUCIONES

Si los calambres son lesiones musculares cuyo origen más frecuente no es una alteración hidroeléctrica sino fatiga muscular, el mejor tratamiento será, en un primer momento, realizar estiramientos suaves y aplicar calor húmedo. Posteriormente, un masaje calmante de un especialista y, por último, completar la dieta con vitaminas, proteínas, sales y agua en abundancia, así como realizar correctamente los estiramientos.
Si las contracturas son contracciones mantenidas de una porción muscular, un músculo (o grupo de ellos) que pone de manifiesto desórdenes bioquímicos por fatiga mecánica o excesiva solicitación postural, sería aconsejable tratarlo con baños calientes añadiendo sal gorda, masaje general de descarga sobre todo el músculo (realizado por un especialista) y, por último, aplicar calor seco y pomadas de calor (metilsalicilato o capsaicina), que suelen funcionar antes de la actividad física.

La última posibilidad es que las agujetas sean dolores musculares que no aparecen inmediatamente, sino después de unas horas de haber efectuado un intenso ejercicio o para el que no tenemos costumbre. En tal caso, una buena prevención consiste en entrenar o competir única y exclusivamente en pruebas para las que estés convenientemente preparado.
Hernán Silván

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